lunes, 23 de abril de 2018

Amistades.

Muchas veces no nos damos cuenta de lo mucho que queremos a alguien hasta que le miramos un día y no podemos imaginarnos un futuro en el que no aparezca su risa. ¿Y si algún día no está ahí para darnos un abrazo de despedida? ¿Y si nadie más sabe entenderte bien? ¿Y si un día nos despertamos y ha desaparecido? No valoramos lo suficiente las palabras o los gestos bonitos, no le damos importancia a las tardes en casa ni a las noches de fiesta, porque habrá muchas más después.

Pero llega un día y empiezas a pensar en todos los momentos buenos que has vivido y te das cuenta de que esa persona está en casi todos ellos, alguien que al principio no sabía encajarte bien y ahora no podrías dar un paso si no vas de su mano. 

Lo importante en la vida es dar las gracias de verdad, querer mucho (y bien) y guardar los pequeños detalles para recordar que nunca estás solo, que estás rodeado de gente que te escucha (porque te quiere escuchar) y que lo que piensas que no le interesa a nadie a ellos sí. 

Pasamos el tiempo intentando curar relaciones que están casi muertas y no nos enteramos de que nos tenemos que quedar con quien nos hace reír a carcajadas y quien nos abraza porque sí; nos tenemos que quedar con quien nos quiere ver, aunque sean cinco minutos y a quien no le importa si tienes un mal día, seguirá ahí hasta que salga el sol. 

Yo vivo por esas amistades que florecen y no se marchitan porque se cuidan y se quieren. 
Hay personas que son vida, que son luz y que son magia y además nos lo transmiten a nosotros y hacen que el tiempo pase rápido. Hay personas que son casa, a la que siempre podemos acudir cuando todo se tuerza y lo bonito es que siempre podrán acudir a nosotros de la misma forma.

Yo hoy doy las gracias a mis amigas, las que me han visto llorar por tonterías y se han preocupado como si fuera un mundo, las que me han aguantado cuando he sido pesada y cuando he estado borracha. Las únicas personas en el mundo con quien puedo ser yo misma siempre sin avergonzarme de nada. Gracias por estar ahí. Gracias por las charlas interminables y por los silencios cómodos, gracias por hacerme reír con cualquier cosa y sobre todo gracias por ser vosotras; probablemente nunca conozca a unas personas tan maravillosas jamás. Os adoro con cada pedacito de mí.  

Ana, Miriam y Andrea está claro que sois mi suerte.